Con carácter general, no somos demasiados conscientes de lo grave que puede resultar para nuestro ecosistema local que se introduzcan en él especies propias de otros lugares, más si no hay control alguno. Este es un tema más conocido en lo que respecta a la fauna, con noticias sobre los daños que algunas especies no autóctonas están causando en determinadas zonas.
En el caso del mundo de la flora, este concepto recibe el nombre de sanidad vegetal e implica la aprobación de una normativa que lo regule en cada país.
En España, el territorio peninsular y las Islas Baleares cuentan con el Anexo III de un real decreto específico que legisla esta materia. En él se prohíbe la entrada de cualquier vegetal o semilla para su reproducción perteneciente a alguna de las especies que no están permitidas en ningún estado miembro de la UE y en las zonas protegidas. Para Canarias existe una norma propia, el Anexo III de la Orden del Mapa. Por su parte, tanto Ceuta como Melilla son las únicas áreas en las que no es obligatorio declarar las especies que se introducen, aunque sí se regula la exportación a la Península.
El objeto de estas leyes es que exista un control real sobre las especies vegetales que entran en España, para evitar situaciones que pongan en peligro el equilibrio de nuestro ecosistema.
Para que sea más efectivo se realizan inspecciones y visitas de personal autorizado que supervisan esa circulación de plantas y semillas, incluso entre comunidades autónomas, ya que sus perfiles medioambientales son distintos.