Cultivar plantas en un invernadero no es una garantía suficiente de protección total frente a todas las plagas, aunque sí nos proporciona una mayor tranquilidad. Aun así, hay que estar alerta sobre cuáles son los ataque y enfermedades más frecuentes en este tipo de lugares, para detectarlos pronto y tomar rápidamente medidas.
La llegada de la primavera no solo es el pistoletazo de salida del buen tiempo. Con ella, suelen venir dos de los principales enemigos de los invernaderos: los pulgones y la cochinilla. Piensa que se trata de unos visitantes que se han mantenido latentes durante el invierno, esperando la llegada del calorcito para atacar.
Los pulgones son más fáciles de detectar pues dejan una secreción a su paso. Basta con tocar las hojas de la planta afectada para notar ese tacto pegajoso tan característico. Las cochinillas dejan unas pequeñas pintas blancas, también sencillas de identificar. A estos dos peligros se une el de la araña roja, unos bichitos tan pequeños como dañinos. Su presencia se advierte por las telas que va dejando en las zonas en las que se asienta.
En todos los casos, el factor común desencadenante de estas plagas es el calor. Por eso, con las primeras señales de subida en el termómetro hay que asegurarse de que el invernadero tenga la máxima ventilación. Sobre todo, haz hincapié en las zonas en las que los rayos de sol inciden directamente.
Y, en el caso de que ya tengamos la plaga encima, solo queda recurrir a pesticidas o insecticidas adecuados. Mejor si se opta por los de naturaleza económica.